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Datos que demuestran que Beyoncé es la mayor estrella del planeta pop

Diosas del pop hay muchas, pero la mayoría son fugaces.

Pregunten a Pink, Christina Aguilera o (al paso que va) a la decadente Lady Gaga. Beyoncé Knowles, nacida en 1981, es una de las pocas excepciones. Se dio a conocer en la segunda mitad de los noventa con el trío Destiny’s Child, una apisonadora r`n`b que vendió sesenta millones de copias. Resulta difícil sobrevivir a ese éxito, pero ella lo desbordó despachando cien millones en solitario. Y lo que le queda. Desde comienzos de siglo, es la estrella pop más conocida del planeta. Su fama es tan enorme que (como en el caso de Madonna) nadie duda de que estará sobre un escenario hasta que ella lo decida.

Para ser un artista mimado por la industria, no basta tener buenas canciones. Prince fue rechazado por demasiado prolífico, Lauryn Hill por su caprichos y por sus mensajes antisitema, mientras Kanye West cae mal por ególatra y bocazas. Beyoncé, en cambio, es todo trabajo duro, al estilo vieja escuela. Nunca caería en las extravagancias y disfunciones de Michael Jackson. Debajo de su glamour, se esconde una trabajadora perfeccionista, abnegada y llena de energía, como Tina Turner. Ella es famosa, por ejemplo, por rechazar las botellas de champagne que los directores de hotel le dejan como detalle de cortesía en sus suites.

En 2006, algunos periodistas españoles viajamos a Londres para participar en la rueda de prensa de presentación de su disco ‘B’Day’ (2006). Durante toda la charla, un afroamericano enorme grababa con una videocámara. “¿Vamos a salir en un documental?”, pregunté. “No, es para uso privado”, cortó en seco. Beyoncé graba todos los momentos posibles de su carrera para repasar y analizar qué fallos ha cometido. Hasta las ruedas de prensa con un país tan pequeño como España. Estamos ante una adicta al trabajo cuyo única obsesión es mejorar. Y la industria musical lo recompensa.

Mil millones de dólares. Es la fortuna que ha amasado junto a su marido, el rapero Jay-Z, según la revista ‘Forbes’. Solo el año pasado recaudaron 56 millones (él) y 54 (ella). El mayor éxito de sus proyectos conjuntos fue la gira ‘On The Run’ en 2014, por la cobraban cuatro millones de dólares por noche. La facturación en taquilla superó los cien millones. Beyoncé y Jay-Z se conocieron a finales de los años noventa, cuando él tenía 29 años y ella solamente 18. Su boda, celebrada de manera ultrasecreta en 2008, fue un sueño para la industria, al estilo de los casamientos entre estrellas en la época dorada de Hollywood. Él ganaba una audiencia pop global y ella toneladas de credibilidad callejera. Ser íntimos de los Obama es la guinda en el pastel para la pareja de músicos más famosa del planeta. También son noticia los regalos que se hacen: él le compró una isla de veinte millones de dólares, ella respondió con un avión privado de cuarenta.

Además de una cantante de éxito, Beyoncé tiene influencia cultural. Cuando ella decide samplear, en la canción ‘Flawless’ un fragmento del discurso feminista de la escritora nigeriana Chimamanda Gnozi Adichie, se disparan las visitas a esa TED Talk hasta casi tres millones de visitas. Beyoncé ha crecido ajena a las polémicas, pero últimamente se la ve más suelta, acercándose a posiciones feministas y usando su aparición en la Superbowl de este año para reivindicar el legado de los Panteras Negras. Mientras tótem de la izquierda de Estados Unidos como Amy Goodman celebraron el gesto, otros ensayistas como Jon E. Illescas se mostraron más escépticos. “Algunas ‘sutiles’ diferencias con los movimientos aludidos radicaban en que sus vestidos acababan por las ingles y que no estaban haciendo activismo en las calles, sino actuando en el evento deportivo más atado al capitalismo mediático de todo el país: la Superbowl, con el patrocinio de grandes empresas como Pepsi y socios comerciales como Chevron, Google, Hewlett Packard, Levi’s y un largo etcétera”, lamenta Illescas.

Sea por militancia o por ‘postureo’, parece que se va creyendo el papel de Beyoncé como figura pública. Más allá del grado de acuerdo con sus posicionamientos, la cantante cada vez da más juego para debates interesantes sobre los límites políticos de las estrellas populares. Parece que ya no hay sitio para la cantante que en 2008 se dejaba blanquear la cara en los anuncios de L’Oreal. ¿Se atreverá algún día a traspasar los límites que le hagan perder una campaña publicitaria?

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