El fraude en el pescado crece a un ritmo vertiginoso: así te timan los supermercados
Un nuevo informe, realizado por el grupo Oceana, concluye que uno de cada cinco pescados está mal etiquetado, lo que significa que consumimos productos falsos
Maria Palmero
El pescado es uno de los alimentos más falsificados, y no solo en España. Un nuevo informe, realizado por el grupo Oceana, advierte de que es un problema a nivel mundial. Su investigación concluye que, de 25.000 muestras de productos del mar que analizaron, una de cada cinco estaba mal etiquetada, lo que significa que compramos (y consumimos) pescados y mariscos que no son lo que creemos.
La organización de conservación marina analizó 200 estudios de 55 países diferentes para elaborar su informe, publicado este miércoles. Solo en los Estados Unidos, los investigadores encontraron que del 30 al 58% de los productos pesqueros que se vendían de forma fraudulenta correspondían a especies animales que podían resultar perjudiciales para la salud. Es decir, hay algunos tipos de pescado y mariscos que contienen más toxinas que otros, lo que obliga a las autoridades del país a hacer determinados controles especiales, pero si estos productos están mal etiquetados, el Gobierno de turno no efectúa la criba correspondiente para determinar qué lotes son aptos para el consumo humano.
«Aunque los consumidores de marisco son los más afectados por esta falsificación desde el punto de vista de su salud —comenta la científica y autora del informe, Kimberly Warner—, también se ve perjudicada la cadena de suministro, en la que justos pagan por pecadores».
El estudio pone de relieve algunos países donde los datos son absolutamente abrumadores. En Italia, el 82% de las 200 muestras de mero, perca y pez espada que se analizaron estaba mal etiquetado, y cerca de la mitad eran sustituidos por tipos de peces que podían ser dañinos para la salud. En Bélgica se encontró que el 98% de los 69 platos de atún rojo que servían los restaurantes tenía más bien poco de atún; lo mismo sucedió en Santa Mónica, California, donde detectaron dos locales de sushi que vendían carne de ballena como si fuese atún.
En nuestro país, compramos y consumimos grandes cantidades de pescado ‘falso’. Un estudio de la Universidad CEU San Pablo de Madrid constató que el 32,5% del bonito del norte que analizaron no era auténtico. La investigación determinó el posible fraude por sustitución del bonito del norte o atún blanco con especies de menor valor comercial como el rabil, la bacoreta, la melva, el listado, el patudo o el bonito. Todas las muestras incorrectamente etiquetadas correspondían a piezas congeladas.
Otro estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) detectó irregularidades en el 25% de los productos elaborados con atún congelado o fresco; el 11,3% en conservas de atún, el 12,2% en semiconservas de anchoa, y el 6,5% en bacalao seco salado.
La merluza no se salva del fraude. Un trabajo llevado a cabo en 2011, publicado en el ‘Journal of Agricultural and Food Chemistry’, reveló que el 40% de este tipo de pescado que es vendido en España y Grecia tiene una procedencia trucada. Su etiquetado avisa al consumidor de que es merluza americana o europea, pero en realidad es africana.
El proyecto Labelfish situó el fraude en pescado fresco o congelado en un 4,9% en nuestro país, y determinó que en el atún hay niveles de fraude mayores que la media de los países europeos. A nivel europeo, el menor fraude se produce en el lenguado (2,89%), el bacalao (3,5%) y el eglefino (3,7%). En el atún, el fraude se sitúa en el 6,88%; en la anchoa, en un 15,5%, y en la merluza, en un 11,1%.
Oceana está presionando para que haya una mayor regulación por parte del Gobierno de Estados Unidos sobre el tema. El presidente Barack Obama se ha comprometido a abordar el tema del fraude en los productos pesqueros, y ha propuesto una norma que requeriría la realización de una criba más exhaustiva.
La ONG considera que, aunque es un buen paso, el Gobierno debe extender esta regla a todas las especies de pescado que se vendan en el país y a lo largo de toda la cadena de suministro, desde el barco hasta el plato. «Si no se rastrea todo el pescado a lo largo de toda la cadena de suministro, los consumidores seguirán siendo engañados, se socabará la diligencia y el trabajo de los pescadores honestos y la productividad a largo plazo de nuestros océanos seguirá estando en riesgo. Está claro que el fraude en el pescado no respeta las fronteras», ha advertido el director de campañas de Oceana, Beth Lowell.
A su juicio, el camino del pescado, que viaja desde el barco hasta el plato, es largo, complejo y poco transparente, lo que favorece las oportunidades para cometer fraude y mal etiquetado. Además, ha denunciado que los consumidores estadounidenses merecen saber más sobre su pescado, incluido a qué clase pertenece, cómo y dónde fue capturado o criado, y que debería ser capaz de fiarse de la información proporcionada. «La lucha contra el fraude del pescado debería incluir a todo tipo de pescado y extenderlo a toda la cadena de valor», ha insistido.
El informe también destaca los recientes avances en la Unión Europea para frenar la pesca ilegal y mejorar la transparencia en la contabilidad del pescado en toda la cadena de suministro. Parece que, de momento, las medidas están funcionando, pues el fraude ha experimentado un descenso del 23% en 2011 al 8% en 2015.
De acuerdo con el análisis de Oceana, los datos preliminares de la UE sugieren que la documentación de las capturas, la trazabilidad y un buen etiquetado para los consumidores es factible y efectivo para reducir el fraude del pescado.
¿Qué podemos hacer los consumidores? Wagner nos recomienda que siempre que tengamos dudas, preguntemos al vendedor de pescado acerca de la procedencia del producto que pensamos comprar.