El Atlético apabulla al Celta en una segunda parte perfecta
El Atlético de Madrid (equipo teóricamente «premium») estrenó junto al Celta el nuevo horario «no premium» de Javier Tebas, rentable al parecer para el negocio televisivo de la Liga.
Los rojiblancos, tras un arranque discreto, firmaron una segunda parte perfecta y apabullaron al Celta (0-4), que perdió el norte y pudo haberse llevado una goleada aún más dolorosa.
En la Premier ya hace tiempo que hay velada a la una de la tarde y que gusta, pero es que la costumbre british tiene poco que ver con la española. En Londres, Manchester o Liverpool la gente acude al fútbol ya comida (o engulle un perrito o una hamburguesa con cerveza en las inmediaciones de los estadios). En España, un partido el sábado en la hora del aperitivo es complicado. No se llenó Balaídos para ver a dos equipos con muchas urgencias, y esto acaba de arrancar.
Berizzo y Simeone no se irían de cañas, ni antes ni después de un encuentro. El Toto y el Cholo se enemistaron cuando eran jugadores y no han firmado la paz en los banquillos. Hoy no era el día, además, con dos derrotas de partida uno y dos empates el otro. Equipos de autor: aseado y tocador el gallego, intenso y recuperador el madrileño. «Es una mentira eso de que todos queremos jugar presionando arriba. No se presiona los noventa minutos», dice Simeone, aunque en Vigo el Atlético intentó lo imposible, empezando por la pareja de arriba, Griezmann y Torres. Las recuperaciones de balón no propiciaron, en cambio, buenas opciones de gol para los rojiblancos en toda la primera mitad. Solo un centro de Carrasco que se paseó por el área pequeña sin que nadie acudiera a la llamada.
El Celta estuvo mucho más cerca, primero con una jugada personal de Señé, que dribló a Oblak y envió el balón al lateral de la red, y después con un esprint de Bongonda, que dejó atrás a dos defensores y remató raso y ligeramente desviado. Aunque la posesión en este tramo fue local, el peligro no llegó por la elaboración. Apareció poco Aspas cuando el guión lo reclamaba.
A Simeone le encanta la paradoja: este juego del que todos nos enamoramos por la pelota es sin la pelota. Y así, con el Celta dominando, llegó el gol del Atlético. Griezmann recogió el balón en banda derecha y lo colgó sobre el área, donde apareció Koke más solo que la una para rematar a placer, a bote pronto y con la zurda. Esta vez el ejecutor se convirtió en donante, y viceversa. Al Celta el golpe le sentó fatal, se le rompió la brújula. Incapaz de volver a su discurso original, perdió balones a espuertas y propició sustos de muerte en su área. Carrasco regateó a Sergio, se fue al suelo y reclamó penalti por contacto del último defensor. La jugada no quedó clara y el árbitro no pitó.
El Cholo quiso sentenciar y sacó a Gameiro y Correa por Torres (desdibujado) y Carrasco. La maniobra le salió redonda. Nada más ingresar en el campo, el delantero francés falló estrepitosamente a puerta vacía. Por suerte, su compatriota Griezmann hizo olvidar enseguida ese error. Saúl, de los mejores de su equipo, le envió un centro medido, y Antoine, que no es muy alto ni muy corpulento, se elevó para cazar el servicio de cabeza y poner el 0-2. Como le pareció poco, siete minutos después repitió, esta vez con Juanfran como pasador.
Una buena combinación entre Gameiro, Koke y Correa acabó con gol del argentino para redondear la goleada. Para entonces, muchos aficionados celtiñas habían decidido que ya era hora de irse a comer… con permiso de Tebas.