Cuidado con el hambre emocional: por qué comemos más en verano
El comer sin tener ganas está vinculado al estado de ánimo. En verano quizá no sintamos tanto estrés como en otras épocas, pero es más probable que nos aburramos
Con la llegada de las vacaciones muchas personas ven alterados sus hábitos alimentarios favoreciendo la aparición del hambre emocional, esto es, una falsa sensación de apetito «que puede aparecer a cualquier hora del día y que solemos satisfacer con alimentos poco nutritivos y muy calóricos», ha explicado a Europa Press la psico-nutricionista de ‘tuMédico.es’, Andrea Arroyo.
De alguna manera, «las vacaciones son un periodo donde las personas cambian los hábitos de vida y los hábitos alimentarios. Desconectamos del área laboral, lo que nos lleva a encontrarnos con otras áreas como familiares o de pareja y, debido a otro ritmo diferente, nos resulta mas difícil encontrarnos», subraya.
El comer sin tener ganas está vinculado al estado de ánimo, «lo que puede hacer que sintamos emociones que se ligan a nuestro hábito alimentario. A través de estas costumbres, podemos ser capaces de canalizar las emociones, ya sea aburrimiento, alegría o tristeza», ha detallado la especialista.
Las situaciones de estrés, irritación, conflictos internos que «nos llevan a comer inconscientemente», dificultades sociales o laborales, así como la tendencia a estar deprimido son factores que pueden favorecer el acto de comer de forma emocional.
«Hay motivos de origen psicológico que nos conducen a esto; normalmente cuando estamos más ansiosos, vivimos algo que no nos gusta, cuando estamos tristes o cuando nos sentimos solos, porque el miedo a estar solos no lo toleramos bien y buscamos un mecanismo de huida o de compensación», destaca.
Por esta razón, hay alimentos «que son capaces de segregar sustancias en nuestro cerebro que producen una sensación de bienestar o placer. De ahí que las industrias de alimentación se aprovechen de ello y diseñen productos más atractivos para el consumidor».
Por otro lado, la experta recuerda que son alimentos bastante calóricos a nivel nutricional porque contienen grasas saturadas y azúcares simples, por lo que no son productos de consumo diario aunque «no se trata de que haya alimentos prohibidos».
En el caso del helado, alimento muy consumido durante la época estival, «es un producto que tendríamos que analizar para ver su composición de ingredientes porque, al ser un derivado lácteo, es un alimento de consumo diario, pero también suele contener grasas de origen animal, azúcares e ingredientes secundarios, como siropes».
En función de la frecuencia de los episodios y su trascendencia, existe una mayor o menor gravedad derivada del hambre emocional. «Puedes tenerlo de forma ocasional y controlada, pero pueden darse situaciones de pérdida de control llegando a episodios de atracón que derivan en trastornos como la bulimia nerviosa», alerta la experta en nutrición.
La principal consecuencia de ingerir alimentos sin ganas y poco nutritivos es el exceso de peso que, indirectamente, puede derivar en alteraciones metabólicas y hormonales como la diabetes, el exceso de colesterol, hipertensión, problemas reproductores o exceso de ácido graso, entre otras patologías.
El hambre emocional también puede afectar al equilibrio psíquico porque «origina sentimiento de culpabilidad, sensación de frustración y tristeza. Además, la baja autoestima o usar alimentos como premios, castigos o recompensas puede favorecer a que una persona se rinda más fácilmente al hambre emocional».
A diferencia del hambre fisiológico, que aparece gradualmente y no es selectivo, el hambre emocional aparece de manera repentina, a cualquier hora del día, y está ligado a un factor psicológico. «El hambre por necesidad humana está ligado a unos horarios regulados y es una alimentación fraccionada. El emocional aparece, por ejemplo, cuando ya hemos comido», ha añadido.
«Es muy importante tomar conciencia de que desde pequeños nuestros hábitos se sedimentan y debemos recibir una alimentación saludable e interiorizar que el chocolate no debería comerse a diario», ha explicado la experta en referencia a que los padres enseñen a sus hijos.
En el momento «en que pasamos a la edad adulta y hay este tipo de situaciones; necesitas un apoyo psicológico y una alimentación fraccionada con alimentos de consumo diario como frutas, verduras, alimentos con harina o hidratos de carbono, entre otros», ha recomendado.
Una de las opciones para prevenir o frenar el hambre emocional es «crear un listado de tareas que puedas realizar y que te aporten bienestar o motivación, como leer, pasear, ver el mar o llamar a un ser querido. Cualquier pensamiento que sirva para distraer o detener el hambre por aburrimiento».
Sin embargo, esto depende de cada persona porque «no existe un método eficaz para todos. Al ser muy personal, hay que analizar todas las circunstancias por los cuales las personas tienen episodios de hambre emocional», ha concluido.