Brasil, carnaval en las venas
La mayor celebración pagana del año es un espectáculo de ritmo y color que se extiende desde las más extensas ciudades hasta los rincones más recónditos de este país tropical
Río de Janeiro: Sambaaa….
El más universalmente famoso, cotizado como uno de los grandes espectáculos del mundo. Grandiosidad, belleza y sensualidad a raudales convierten a la cidade maravilhosa en el escenario del carnaval por antonomasia. Una fiesta que debe mucho a la herencia negra y que inició su andadura a mediados del siglo XIX con la abolición de la esclavitud: sería en los primeros tiempos de la Independencia cuando, en paralelo a los bailes de máscaras de inspiración parisina que triunfaban entre la burguesía carioca, las calles de Río empezaron a bullir con el movimiento popular de las congadas y los cucumbis que los cordôes o grupos de personas repetían tocando y bailando. Más de un siglo después, las ruas siguen bullendo en la ciudad que acoge la mayor multiplicidad de formas carnavalescas: desde los tradicionales desfiles de los grupos de calle -muy comunes en los barrios de Ipanema, Botafogo y Laranjeiras- hasta la que puede considerarse la exhibición más rítmica, fastuosa y colorista llevada a cabo por unos cuerpos al sol: la de las Escuelas de Samba -algunas tan renombradas como Mangueira, Portela o Beija-Flor-, cuyo desfile tiene lugar en el Sambódromo.
Salvador de Bahía: Raíces africanas
Hay quien lo considera el más genuino de Brasil gracias a la íntegra participación popular y a ese sentimiento tan bahiano que, a fuerza de oponerse a la mercantilización de su fiesta, ha logrado mantener su carácter primigenio. El carnaval de Salvador tiene su mayor atracción en los tríos eléctricos, que son camiones con grandes altavoces y con una plataforma adaptada donde tocan famosos grupos musicales, a los que secundan, cantando y bailando, más de 500.000 personas amontonadas dentro de un cordón. Todos juntos conforman los blocos carnavalescos, una joven tradición que se remonta a 1950. Acompañando al trío eléctrico, dentro del cordón o fuera, el púbico asiste a la mayor exaltación de las raíces africanas de Brasil. Candomblé, tambores y el sonido de los afoxés (un instrumento pequeño y redondo relleno de bolitas de plástico) marcan esta alocada celebración, en la que se mueve el esqueleto… y, ya de paso, se seduce al más puro estilo brasileño.
Sao Paulo: Fiesta cultureta
Eterna rival de su hermana sambera, Sao Paûlo reivindica también la diversión con varios frentes imbatibles: su sabrosa gastronomía, su desarrollada industria del ocio, su oferta cultural y su excitante vida nocturna, siempre con el telón de fondo de la moda. Por ello su carnaval no puede ser pasado por alto. En Sao Paûlo, las escuelas de samba -Nenê de Vila Matilde, Vai-Vai, Mocidade Alegre… – eligen un tema en torno al cual hacen girar la belleza de su espectáculo. Al igual que en Río, el programa consta de dos días de desfiles competitivos y un día de desfile de las escolas campeonas, siempre en el que se considera el sambódromo paulista de Anhembi, en la zona norte de la ciudad. Un recinto que fue proyectado por el afamado arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, y que tiene capacidad para 300.000 personas con un escenario de 900 metros cuadrados.
Recife: Al ritmo de frevo
Exportado primero como un juego por los colonizadores portugueses -se lanzaba harina, pintura, agua sucia y más tarde confeti y serpentina- el carnaval de Recife, la capital del estado de Pernambuco, está considerado uno de los más divertidos de Brasil por su combinación de alegría, irreverencia y lirismo. Con más de 3.000 representaciones a cargo de asociaciones carnavalescas, si hay algo que ha dado fama a esta fiesta es la gran diversidad de ritmos, que tienen su máxima expresión en el autóctono frevo, una danza eufórica de acrobacias con pequeñas sombrillas de colores. El grupo Galo da Madrugada, registrado en el libro Guinness como el más grande del mundo, se encarga cada año de abrir la fiesta con su tradicional desfile, acompañado por un millón de personas bailando y recorriendo la ciudad. Un baile que se prolonga durante tres días con la excepción de la madrugada del lunes, que queda reservada para la Noche de los Tambores Silenciosos: el homenaje que, año tras año, se rinde a los esclavos muertos en cautiverio en el popular Patio de Tercio.
Olinda: puro mestizaje
Perteneciente también al estado de Pernambuco, este encantador pueblo de arquitectura colonial fue declarado Patrimonio Histórico y Artístico de la Humanidad por la UNESCO. Su belleza, en Carnaval, queda aún más resaltada cuando su gente – sale a las calles disfrazados dispuestos a bailar sin tregua. En Olinda, la principal característica de esta fiesta son los pequeños Blocos da troca con sus famosos gigantes sumados a la algarabía. Estos personajes están inspirados en figuras similares típicas de Europa -¿tal vez gigantes y cabezudos?- y representan a personalidades públicas. También la fiesta preserva las tradiciones del Carnaval pernambucano. Cada año, por las calles y laderas de la Ciudad Alta, desfilan cientos de asociaciones que mantienen vivas las genuinas raíces y reflejan el mestizaje de las costumbres y tradiciones de blancos, negros e indios.