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Sustituir el tabaco por los e-cigarrillos prevendría millones de muertes prematuras

La adopción de medidas para alentar a los fumadores a convertirse en ‘vapeadores’ en la próxima década podría evitar 6,6 millones de muertes prematuras solo en Estados Unidos

Fumar es malo, muy malo, para la salud. De hecho, el tabaco es el principal factor de riesgo para sufrir una muerte prematura, por lo que la primera medida que debe tomar cualquier fumador que quiera gozar de una vida larga y saludable es, simplemente, dejarlo. Pero no siempre resulta fácil. De ahí la importancia de las ‘opciones’ disponibles para ayudar a los fumadores a abandonar el hábito, muy especialmente de los cada vez más populares cigarrillos electrónicos –o ‘e-cigarrillos–. Y es que los estudios que muestran que ‘vapear’ es mucho menos nocivo que fumar y que, además, estos productos son útiles para cesar de una vez por todas el consumo de cigarrillos tradicionales, son ciertamente numerosos. Pero, ¿el cambio del tabaco por e-cigarrillos tiene algún beneficio real en términos de salud pública? Pues sí. Y muy notable. De hecho, un estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Médico de la Universidad de Georgetown en Washington DC (EE.UU.) muestra que este cambio salvaría, simple y directamente, muchos millones de vidas.

Como explica David Levy, director de esta investigación publicada en la revista «Tobacco Control», «incluso nuestro análisis más sombrío muestra una ganancia significativa en años de vida si la nicotina se obtiene del vapeo en lugar de la mayor cantidad de productos tóxicos letales inhalados con el tabaco».

Para llevar a cabo el estudio, los autores diseñaron dos escenarios o ‘proyecciones’ diferentes. El primero, calificado como ‘optimista’, planteaba que la prevalencia de fumadores en Estados Unidos caía hasta establecerse en un 5% en un plazo de 10 años, siendo la razón para este descenso el cambio en el patrón de consumo: e-cigarrillos por tabaco tradicional. En consecuencia, la cifra de fumadores que, a lo largo de la década, se convertirían en ‘vapeadores’ ascendería a 6,6 millones. Una ‘transición’ que, según concluye el modelo y teniendo en cuenta las diferencias en el daño al organismo que resultan de fumar o vapear, reduciría en estos 6,6 millones la cifra de muertes prematuras. Concretamente, el número de años de vida ganados se elevaría hasta los 86,7 millones.

Por su parte, la segunda proyección, tildada de ‘pesimista’, parte de una situación en la que, por una parte, el número de jóvenes que se inician en el tabaco o en el vapeo es mayor y, por otra, la cifra de fumadores que logran dejar el hábito es notablemente inferior –caída de la prevalencia hasta el 10% en los mismos 10 años–. Es más; el daño consecuente con el consumo de tabaco tradicional sería incluso mayor que el establecido en la actualidad –lo cual, dado que cada nuevo estudio revela un efecto nocivo adicional asociado al tabaquismo, no resulta para nada descabellado.

En este caso, la cifra de vapeadores ex fumadores sería de 1,6 millones. O lo que es lo mismo, se evitarían 1,6 millones de muertes prematuras. Y es que el número de años de vida perdidos se reduciría en 20,8 millones.

En este contexto, debe tenerse en cuenta que las proyecciones no han tenido en cuenta otros aspectos fundamentales del tabaquismo, caso de la morbimortalidad que conlleva el fumar y los daños que el humo del tabaco provoca en segundas y terceras personas. Así, y a los efectos positivos ya sugeridos por la sustitución de cigarrillos tradicionales por e-cigarrillos habría que sumar, como refiere David Levy, «otros beneficios extremadamente significativos para la salud, incluida una reducción de la discapacidad por enfermedad en los fumadores, menor dolor y una disminución de la exposición al humo de segunda mano, o lo que es lo mismo, del tabaquismo pasivo».

Estados Unidos fue uno de los primeros países, si no el primero, en adoptar medidas para frenar la epidemia del tabaco. Unas medidas entre las que se contempla una subida de los impuestos del tabaco, la prohibición de fumar en espacios públicos, las campañas en medios de comunicación y las advertencias sobre la nocividad de su consumo en los propios productos. Pero como indica David Levy, «si bien estas políticas se han mostrado efectivas a lo largo del tiempo y han logrado que la prevalencia del tabaquismo se haya reducido notablemente en los últimos 50 años, su impacto ha sido relativamente ‘lento’».

Por tanto, ha llegado el momento de tomar cartas en el asunto y que los políticos y reguladores contemplen nuevas estrategias. Como apunta el director de la investigación, «la mayoría de los estudios actuales sobre el uso de los e-cigarrillos han mostrado que el vapeo puede ayudar de forma efectiva a los fumadores a dejar el tabaco. Las viejas políticas deben ser suplementadas con nuevas medidas que alienten la sustitución de los mucho más letales cigarrillos por los e-cigarrillos. Juntas, estas políticas, combinadas con una regulación del contenido de estos productos, tendrían el potencial para reducir drásticamente los daños masivos del tabaco».

Como concluye Marita Hefler, de la Facultad Menzies de Investigación en Salud en Casuarina (Australia), en un editorial del mismo número de la revista, «la actual disponibilidad de productos de combustión de tabaco es una anomalía histórica. Es absolutamente inimaginable pensar que cualquier otro producto que matara a hasta dos terceras partes de sus usuarios a largo plazo fuera todavía legal. Los nuevos productos de la nicotina representan una oportunidad para terminar con la excepción del tabaco de combustión».

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