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España golea 8 – 0 a Liechtenstein

Lopetegui optó por defensa de tres. Marcaron Morata y Aspas por partida doble, Ramos, Isco, Silva y Deulofeu. Jugó a buen ritmo en un partido sin rival

Derrotada Italia el sábado, quedaba liquidar el gol average. Era el rival, más que Liechtenstein. Defensa de tres y Morata de nueve. Lopetegui no baja de cinco centrocampistas.

Estos días se ha comentado la importancia que para la carrera de Isco tuvo su convocatoria para la sub 21. No hay que olvidar la influencia formativa de Lopetegui en Casemiro durante aquel año de cesión en el Oporto. Lopetegui es un entrenador de centrocampistas, un continuador -sin aspavientos ni filosofías- del «estilo».

Su continuidad desde la sub 21 hasta la absoluta se ha demostrado un éxito federativo. Mantienen una forma de jugar y los futbolistas son transplantados con mimo de invernadero. La RFEF -horribilis en tantas cosas- traslada bien el modelo cruyffista que traumatizó al fútbol español a finales de los 80. Podría decirse que, al menos en esto, la Federación se puso a la altura de los clubes españoles.

El partido nació muerto. Gol en el minuto dos de Sergio Ramos en un remate de cabeza. Ramos lleva un peinado estilo alt-right que provoca estimulantes asociaciones mentales.España comenzó a partir de ahí la búsqueda del gol average, macguffin (señuelo) que hemos de perseguir en el grupo de clasificación acabados ya todos los demás.

Como objetivo es un poco impreciso: marcar lo máximo posible. Aquí se vio lo que de bueno tiene el estilo español. Es un estilo de dominación. Es maquinal, inalterable. Tuvo la pelota sin un minuto de cinismo, sin buscar que le regalaran el espacio ni generar falsas expectativas en el rival. El rival es como si no existiera. Pero con respeto, eh. España jugó a buena velocidad, cargando más por la izquierda donde Isco y Silva hacían birbilirloques.

El 2-0 lo marcó Morata también de cabeza a pase de Iniesta (no son tontos los de la Juventus). Lo mejor de dos mundos: Juego raseado, pero balones aéreos. El tercero lo consiguió Isco tras un error del portero, una de esas viejas cantadas de portero inglés de First Division.

Un periodista italiano se extrañaba en otro día de la naturaleza de Isco. Un interior-mediapunta, un híbrido, que despliega ese juego en todo el campo. Hay algo insólito y algo muy rítmico en Isco. Conseguidos los tres goles, a la altura del 20 fue cayendo la velocidad del juego español. El balón siguió siendo suyo, pero más despacio. Morata tuvo tres ocasiones. Se le vio más articulado en el espacio corto.

En algún momento, España llegó a dibujar una línea con Silva, Isco, Iniesta y Thiago. Hay poco que pueda oponerse a eso. El impacto español en el fúbol se mide no solo en Mundial o Eurocopas, sino en la creación de un tipo físico. España ha impuesto un tipo físico. Ha transformado lo que debe de ser un futbolista. Como un jockey o un piloto, pero con mucha pierna.

La relación entre los dos equipos era sadomasoquista (la máscara de Pedrito contribuía). Liechtenstein tiró solo una vez, fácil para De Gea. Se sentían sonrientes, animosos y felices de ser dominados, restringidos a su campo y goleados sin misericordia. Antes del descanso, Silva marcó un bello gol de falta.

Por poner un pero: eran dos goles de cabeza, uno a balón parado y otro por cante del portero. El juego español, estrictamente hablando, no creó el gol trenzado que buscaba, pero ésta quizás sea una objeción excesiva. Es curioso cómo, a medida que España ha mejorado su fútbol, a su aficionado (o periodista) se le ha ido afilando el meñique.

A la vuelta del descanso, Aspas marcó el quinto recogiendo un remate al palo de Morata. Aspas le devolvió el regalo justo después con un pase extraordinario que Morata, ya por fin, convirtió en gol. El 9 remató mucho y falló más. Pero dio la sensación de estar más pulido. El partido llevaba camino de ser un «Malta preventivo» sin agonía y sin «gol de Señor», pero se tranquilizó. Tuvieron minutos Aspas, Deulofeu y Nacho. Más argumentos para el cambio generacional. Se les vio motivados y con ganas, como si sintieran que hay una puerta abierta.

Aspas, brillantísimo cada vez que juega con España, marcó su segundo tras una elegante finta zurda que dejó derrapando al defensa local. Manolo el del Bombo miraba todo con ganas de más. Con tensión. El apetito español por el toquecito es insaciable.

El toque español se mezcló con una ligera impregnación de piedad. Ligera. La posesión rozaba porcentajes búlgaros, y España no la soltaba. Hubo algún desliz de Piqué por querer sumarse al ataque con ese sentido tan suyo de lo jovial.

Aprovecharon sus minutos los jóvenes. Nacho y Deulofeu subieron mucho por la derecha y el extremo provocó el octavo tras mucho insistir.

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