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Un ‘HAT-TRICK’ de Leo Messi castiga a un City errático

Hasta que Leo quiera, el Barça será el Barça de Messi.

El del espectáculo, el que castiga los errores y desquicia a sus rivales. Poco importa que al otro lado esté Guardiola. El balón es del argentino, el partido lo gobierna y lo guía hacia donde él quiera. El City se equivocó tres veces, y en las tres apareció Leo. Hizo un ‘hat-trick’ y acabó con todo. Porque en el fútbol, a día de hoy, manda Messi.

Uno ve a dos porteros sacar el balón jugado una y otra vez y es inevitable sentirse mayor. El fútbol ha cambiado, definitivamente es otro. Ter Stegen y Bravo ejercen de libres, De Bruyne de falso ‘nueve’, Mascherano de lateral derecho… este deporte es así de voluble. El que no cambia, pasen los años o las lesiones, es Leo Messi. Dos estilos similares, un equipo hecho y otro en plena construcción, pero por encima de todo fútbol en estado puro, por encima de todo Messi.

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En el fútbol hoy en día reina el argentino. Con Guardiola, con Luis Enrique o como si se pone mi entrenador de infantiles en el banquillo. En el único despiste, en la única acción desafortunada del City en el primer tiempo, el argentino desequilibró. Combinó en tres cuartos de campo con Iniesta y su taconazo se aclaró con el resbalón de Fernandinho. El área se convirtió en un solar donde arrasó Leo. Donde otros disparan el amagó, amagó y dejó a Bravo rendido a sus pies.

El gol asentó al Barça y sembró dudas en el City. A diferencia de la etapa de Pellegrini, en esta ocasión el conjunto inglés respondió a las adversidades con intensidad. Tanta que el partido se endureció en exceso. Lo sufrió Piqué, que no pudo superar una dura entrada de Silva.

Mientras el central se debatía entre resistir o pedir el cambio, Gündogan aprovechó la indecisión para hacerle un traje, adentrarse en el área y exigir una parada de nota a Ter Stegen. Al filo del descanso, Stones confirmó el peligro ‘citizen’ con un cabezazo franco que se fue pegado al palo.

Ahí murieron todas las opciones de los de Guardiola. Porque a los ocho minutos del segundo acto se volvió a equivocar el City. La pifió Bravo en un despeje y remató el error sacando los guantes en el intento de vaselina de Suárez. El City se quedó con diez y Messi se relamió. Pocos minutos más tarde, el argentino sacó un latigazo desde la frontal que dio la bienvenida a Caballero.

El partido era ya un paseo para el Barça. El City cometió un tercer error en la salida y Suárez encontró a Leo, que volvió a mandar el balón a la jaula. Allí quedaron encerradas las esperanzas del City. Allí murió la ilusión de Guardiola de dar un golpe de autoridad en el Camp Nou. Ni siquiera la absurda expulsión de Mathieu agitó a los ingleses, resignados y postrados ante la dictadura de Leo, que todavía regaló un penalti a Neymar que el brasileño no supo rentabilizar. Enrabietado, tiró de repertorio para cerrar una goleada de escándalo. La goleada de Messi, porque él manda por encima de cualquier nombre o circunstancia. Y el Barça lo disfruta, vaya si lo hace.

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