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Claves para entender mejor los problemas para digerir la lactosa

En España somos grandes consumidores de lácteos, sin embargo no tomamos los que recomiendan los expertos. Muchos problemas provienen de la intolerancia a los mismos

Los lácteos son considerados por los expertos como un pilar fundamental de una alimentación saludable. Su aporte en proteínas, calcio y vitamina D, y la variedad de opciones que ofrece el mercado facilitan su consumo a lo largo de todas las etapas de la vida. Aunque las necesidades varían en función de la edad, los expertos recomiendan tomar de dos a cuatro raciones de lácteos (leche, yogur o queso) al día.

Los españoles somos los quintos consumidores de leche en el mundo, con una media de 83 litros por habitante en el año 2015, según un estudio de Mercasa. Sin embargo, esta cantidad no se aproxima a los estándares aconsejados y una de las razones, en muchos casos, es la intolerancia o mala digestión de la lactosa.

La lactosa es el azúcar de la leche, el disacárido que tiene que ser digerido para que nuestro cuerpo lo transforme en energía. De esta descomposición se encarga la lactasa, una enzima que genera nuestro intestino delgado y que divide la lactosa en dos azúcares más simples que nuestro organismo aprovecha mejor: la glucosa y la galactosa. La mala digestión ocurre cuando el intestino no tiene la capacidad de producir la enzima lactasa y por ello no se digiere correctamente la lactosa. También puede ocurrir que cuando el organismo no tiene suficiente capacidad para producir lactasa, se da una mala digestión de la lactosa.

Cada caso de mala digestión de la lactosa tiene un grado de intensidad diferente. Por ello, algunas personas son capaces de asumir el consumo de cierta cantidad de lácteos al día con normalidad, mientras que otras no pueden tolerar nada de lactosa. Los diferentes grados de sensibilidad o tolerancia a la lactosa se pueden conocer mediante un buen diagnóstico.

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En los casos de una intolerancia severa a la lactosa, a los 30 y 60 minutos después de haber consumido lactosa se pueden dar episodios digestivos (en forma de distensión abdominal, cólicos, diarrea, náuseas o gases).

La mala digestión de la lactosa no afecta a todas las personas por igual y su distribución geográfica está influida por la tradición ganadera de cada uno de los países.

El organismo del hombre en sus orígenes no producía lactasa, pero el comienzo de la cría de animales, hace 10.000 años, provocó una mutación genética, heredada hasta nuestros días, la que hace posible digerir la lactosa. Las sociedades neolíticas comenzaron a domesticar animales e introdujeron el consumo de leche en las etapas adultas como nueva forma de nutrición, lo que provocó que el cuerpo empezara a generar lactasa de forma natural y se adaptara a este alimento. Por tanto, las sociedades con una menor tradición de pastoreo tienen unas tasas de intolerancia a la lactosa mucho mayores que otras, como por ejemplo, en China o en África.

Grados de intolerancia

Se clasifica la intolerancia o mala digestión según:

– Deficiencia congénita: es un trastorno genético raro por el que los recién nacidos no pueden producir lactasa. Es una condición irreversible y se manifiesta desde la primera toma de leche.
– Intolerancia primaria: se produce por una disminución progresiva de la producción de lactasa en el intestino y se relaciona fundamentalmente con la edad.
– Intolerancia secundaria: es un trastorno temporal que surge por una enfermedad, como por ejemplo, una gastroenteritis aguda o enfermedades inflamatorias. Es reversible y la producción de lactasa vuelve a producirse de forma gradual tras un periodo de recuperación.

En caso de mala digestión de la lactosa, es fundamental aprender a leer las etiquetas de los alimentos para descartar el consumo de aquellos que contienen lactosa como ingrediente. Normalmente, además de los derivados lácteos, productos como mantequillas, nata, embutido, alimentos precocinados, chocolates o bollería, suelen contener este ingrediente.

Sin embargo, en función del grado de mala digestión de la lactosa que se padezca, hay ciertos alimentos aconsejados si se reparte su ingesta a lo largo del día, como por ejemplo el yogur. Debido a ser un alimento fermentado gracias al efecto de sus fermentos, la cantidad de lactosa que contienen estos alimentos es menor y se postulan como una buena opción para mantener una dieta equilibrada y obtener los nutrientes necesarios, como el calcio, para mantenimiento de huesos y dientes de nuestro cuerpo.

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